OBESIDAD INFANTIL: es hora de tomar acción
La obesidad infantil es uno de los problemas de salud pública más graves del siglo XXI y afecta a la mayoría de los países desarrollados y en vías de desarrollo.
La prevalencia de la obesidad infantil aumenta significativamente, y entre sus factores de riesgo se encuentran:
– Factores genéticos: en general, los hijos de padres obesos tienen mayores posibilidades de serlo. Pero la genética no es la única razón, ya que el estilo de vida familiar constituye un factor clave en el desarrollo de la obesidad.
– Alimentación inadecuada: la mayoría de los niños con sobrepeso y obesidad tienen una dieta alta en calorías (con un exceso de alimentos ricos en grasas y azúcares) y un escaso consumo de vegetales y frutas.
– Sedentarismo: los niños pasan muchas horas del día realizando actividades delante de pantallas (televisión, computadora, teléfonos móviles, tablet) y poca o ninguna actividad física.
Consecuencias de la obesidad infantil
Las consecuencias más inmediatas de la obesidad infantil, que ya se están viendo son: diabetes tipo 2 (llamada diabetes del adulto), hipercolesterolemia (colesterol elevado) e hipertensión arterial, lo que predispone ya desde temprana edad, a sufrir enfermedades cardiovasculares importantes. Además, estos niños tienen un mayor riesgo de desarrollar obesidad mórbida al llegar a la edad adulta.
Asimismo, el exceso de peso repercute sobre los huesos y el conjunto del sistema locomotor, reduciendo la tolerancia al ejercicio físico y causando problemas respiratorios.
Además de las consecuencias físicas de la obesidad, el sobrepeso puede repercutir negativamente en el desarrollo emocional de niños y adolescentes. Pueden surgir sentimientos de inferioridad y baja autoestima. También pueden sentirse rechazados y tender al aislamiento, desarrollando comportamientos depresivos y actitudes antisociales. Lo que lleva a un mayor sedentarismo y un aumento de la ingesta calórica como consecuencia de la ansiedad, cerrando un círculo vicioso que resulta en un mayor grado de obesidad. Por otra parte, conviene recordar que los trastornos alimentarios como la anorexia y la bulimia se pueden iniciar en situaciones de sobrepeso.
Tratamiento y prevención de la obesidad infantil
Es fundamental la detección precoz de la obesidad infantil y la implementación de medidas dietéticas, que lleven a una normalización del peso corporal, sin perjudicar el desarrollo y crecimiento del niño. Se debe tener en cuenta que la pérdida de peso debe ser lenta y progresiva, desarrollando al mismo tiempo hábitos de vida saludables.
El mejor tratamiento de la obesidad infantil es la prevención, lo que implica comenzar a actuar en los primeros años de vida, adoptando hábitos saludables de vida, tales como una alimentación equilibrada y promoviendo la actividad física regular.
“La participación familiar es importante para mejorar los resultados a largo plazo”
En cualquier caso, es fundamental la implicación de la familia en los cambios de hábitos de vida que permitan un desarrollo y crecimiento del niño de manera saludable.
Se desaconsejan las dietas de descenso rápido, ya que se podría ocasionar la carencia de nutrientes esenciales para el crecimiento. Por el contrario, los cambios deben ser graduales, pequeños y permanentes. Es indispensable identificar las acciones y conductas que favorecen la obesidad en el ámbito de la escuela y el hogar, con el fin de modificar el ambiente y favorecer la adquisición de hábitos saludables.
Tips para comenzar:
- Incluir en la alimentación diaria al menos 3- 4 porciones de frutas y vegetales, de diferentes colores y texturas. En diferentes preparaciones, crudas y cocidas.
- Incentivar el consumo de agua.
- Evitar o reducir el consumo de azúcares simples, como azúcar, gaseosas, jugos comerciales, golosinas.
- Reducir o moderar el consumo de almidones o harinas, tales como, panes, productos de panificación (facturas, criollos), galletas (dulces y saladas), fideos, pastas, arroz, harina de maíz y todos los productos derivados.
- Reducir el tamaño de las porciones.
- Evitar llevar la fuente a la mesa.
- Moderar el consumo de sal en los alimentos, así como de alimentos envasados o pre-elaborados, ya que la mayoría de ellos contienen cantidades significativas de sodio.
- Reducir el consumo de grasas, tanto para cocinar como de alimentos ricos en grasa (fiambres, embutidos, salchichas, manteca, mayonesa, criollos, picadillos). Preferir productos o alimentos descremados o reducidos en contenido graso.
- Evitar las frituras. Preferir otros métodos de cocción (a la plancha, a la cacerola, al horno, a la parrilla, hervido)
- Fomentar la actividad física en los niños y reducir el tiempo de “pantalla”.